Cuando somos pequeños, queremos ser grandes y de grandes queremos ser chicos otra vez. Esto sucede más si nuestra infancia fue tan hermosa, llena de recuerdos lindos y rodeados de mucho amor. Al principio te duele recordar cosas que ya no vas a vivir nunca más, como cuando abrazaste a tus abuelos por última vez, el ultimo beso, la ultima charla y no te diste cuenta que era la ultima. Ahora de grandes, más allá de la vorágine de la vida, recordamos a cuenta gotas, con un aroma, una comida, una risa, una mirada perdida en algún desconocido. Tal vez se nos escape una lagrima recordando una vida que ya no existe, aquel vecino que venia a tomar mates a tu casa con tus viejos para hablar del barrio, esas reuniones familiares de mesas largas, esos amigos de la infancia con los que compartimos tantas horas de juegos, y hoy son desconocidos que saludan por redes sociales por los cumpleaños y aquellos primos que fueron cómplices de tantas travesuras...
No paras de pensar en lo que fue y hoy ya no es, por que ya no somos los mismos y esta bien que sea así, por que vamos creciendo y aprendiendo de lo bueno y lo malo. Cada etapa de la vida debería ser un tesoro guardado en la memoria y por más que los años pasen y la memoria nos falle, no te preocupes, por que tenemos la memoria del alma y ella nos va a seleccionar lo mejor de nosotros. Disfrutemos de cada etapa y así guardaremos combustible para seguir cuando no tengamos fuerzas.